En mi opinión, tanto en biografías escritas por otros como en autobiografías, hay que ser muy cuidadoso con lo que leemos y no creernos todo lo que nos cuentan. Habrá de tenerse en cuenta que, cuando una persona famosa de cualquier ámbito, si escribe sus propias vivencias, contará lo que le convenga para ensalzar aquello que le interese para su buena imagen, y ocultará lo que pueda perjudicarla. Así mismo, si la biografía es un encargo o hecha por alguien de forma no interesada, por el simple hecho de que le apasione la vida de alguien, también podría incurrir en las mismas medias verdades y omisiones.
Con esta premisa leo siempre las biografías a las que me aficioné hace poco.
Respecto a la de Audrey Hepburn publicada por RBA con texto de Marta Parreño, la encuentro muy interesante tanto en lo que respecta a la parte profesional de Audrey (películas, teatro, etc.) como a la personal que relata sus vivencias desde la infancia.
Me sorprenden las propias palabras de Audrey cuando dice que no se considera actriz, sí bailarina. Digo que me sorprenden porque en sus películas (he visto la mayoría) siempre notaba que le faltaba algo en la interpretación. Como era tan bonita y tan elegante, parecía que meterse en el papel de un personaje no era necesario al cien por cien. Recuerdo comentarlo con alguien en ocasiones y nadie ponía ninguna pega. Ahora, tras leer su biografía, confirmo al fin que mis impresiones no estaban mal encaminadas.
Creo que a la mayoría de sus espectadores no es algo que les moleste. A mí, por supuesto, tampoco.
Además, ahora que sé algo de su vida antes de llegar al éxito, creo que se merecía tener la oportunidad de desarrollar sus habilidades y que su trabajo, tesón y esfuerzo recibiera una recompensa.
La vida de Audrey Hepburn no fue un camino de rosas, también se encontró con espinas que le causaron mucho dolor.
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