La vida sigue... igual.
No importa cuántas novelas se escriban especulando con el futuro de la humanidad.
No hacemos nada por evitar nuestra propia destrucción.
Somos virus en nosotros mismos.
Somos tantos y tan dispares que jamás estaremos de acuerdo en una misma acción, aunque se claramente buena y positiva para absolutamente todos.
Porque entre todos, siempre se esconde un yo egocéntrico, mezquino, que aprovecha cualquier pequeña debilidad para ofrecerse como salvador y, luego, someter al resto.
Al principio me resultó extraño su estilo. Frases cortas. Más puntos y seguido que comas. Sin embargo, me gustó. Me acostumbré. Le da una musicalidad diferente al relato. Dramatismo.
Imagínate el planeta Tierra en el año 2222, superpoblado, en el que conviven humanos y androides.
En una granja alejada del mundanal ruido, propiedad del multimillonario Zalt, vive un grupo de personas. Sin esperarlo, aparece un antiguo amigo. No es casualidad. Algo va a cambiar en aquel lugar idílico que trastocará las vidas de sus habitantes: alguien ha decidido que la única solución para salvar el planeta es que ciertos hombres y mujeres mueran para dejar espacio. Por desgracia, no siempre los que sobrevivan serán los mejores y más preparados.
Como es de esperar, se forman diferentes grupos: organizadores, colaboradores, resignados, indignados, y activos. Estos último son lo que tienen el control y todo aquel que no acate las normas será desterrado, encarcelado o ejecutado.
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