En agosto de 2000, cumplí mi sueño de adolescente de conocer Londres. No fue tan maravilloso como esperaba, pero, al menos, pisé sus aceras, subí en un autobús rojo de 2 pisos y viajé en el metro.
Había una visita obligada a los grandes almacenes Harrods, pero la idea de horarios españoles e ingleses no se correspondía, así que solo pude pasearme por ellos a toda prisa con solo media hora antes del cierre.
A última hora, en cinco minutos, tenía que decidir qué llevarme de recuerdo y opté por estos bonitos botes de té.
Por supuesto que los tomé todos, hasta la última hoja. ¡Estaban deliciosos!
Más adelante, los utilicé para guardar tés al peso que compraba aquí.
El paso del tiempo los fue oxidando y llegó un día en el que decidí decirles adiós, no sin antes hacer la foto para recordar aquel momento, aquel sueño medio cumplido de viajar a Londres.
Sé que, a estas alturas de mi vida, no volveré a esa ciudad en la que podría haber vivido cuando estudiaba Filología Inglesa en la Facultad y que, como muchas otras cosas, no pude realizar por temas económicos familiares, vamos, que mis padres no tenían dinero para pagarme el viaje y todo lo necesario para permanecer allí un tiempo con el fin de perfeccionar el idioma.
Ya han pasado muchos años de aquello. Ya la tristeza se desvaneció. Hay muchas cosas que hacer en el poco tiempo que me queda como para pensar en reproches y culpas. La vida sigue, la vivas o no.
No hay comentarios:
Publicar un comentario