Hace un par de semanas, una araña se vino a vivir a la farola que está frente a mí ventana.
En
este tiempo, el viento y la lluvia le rompieron varias veces su tela,
esa que con tanto esmero teje y vuelve a tener una y otra vez, sin
descanso, con esmero.
La primera vez que las
inclemencias del tiempo la destrozaron, pensé que se iría a un lugar más
amigable, mi ventana, por ejemplo. Pero, no. Sigue en la farola y no se
rinde o amilana. Debería tomarla como ejemplo, aprender a no abandonar
aquello que empiezo dejándolo a la mitad o lo que ni me planteo iniciar o lo que olvido que tengo que hacer.
"Amilanarse significa acobardarse, sentirse intimidado o con falta de valor, mientras que rendirse implica ceder o abandonar una lucha o resistencia después de haberse esforzado. Una persona se puede amilanar por miedo y, como consecuencia, rendirse."
Cada
animal nos enseña algo: paciencia, tesón, astucia, perseverancia, diversión, fidelidad...
Los humanos no aprendemos nada de ellos y seguimos al rebaño, no precisamente
como ovejas unidas por una misma lucha, sino como seres de cerebros
vacíos que imitan lo que el que aparenta ser el listo hace. Sin analizar. Atrofiados. Deshumanizados.
Foto Pixabay .

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