¿Se puede disfrutar una novela cuando se conoce el final desde el principio?
¿Resulta emocionante pasar las páginas de una obra de la que ya conoces el fatal desenlace?
En mi opinión, todo depende de cómo se escriba, de las palabras que se elijan para contar la historia, de la emoción narrativa. En Señora de rojo sobre fondo gris todo es equilibradamente entrañable y llama a seguir leyendo, sabiendo, empatizando con los vivos.
En formato de carta dirigida a su hija, el narrador le va contando cosas sobre su madre. Cosas que tal vez ella supiera y cosas nuevas, de un presente que, por estar alejada de la familia, no pudo vivir en primera persona, que descubrirá con las palabras que su padre va uniendo, describiendo cómo se sentía él, cómo se comportaba su madre ante la enfermedad.
Del pasado al presente, va saltando de recuerdos a vivencias del día a día con una mujer excepcional, motor de su vida y de la familia, amigos y conocidos. Una mujer extraordinaria, sencilla, inteligente y llena de buenos sentimientos, saber estar y dispuesta a ofrecer ayuda a cualquiera que la necesitara. Tan natural y sincera, que no molestaba su intromisión.
Pocas personas dejan buenos recuerdos en nosotros. Por otro lado, siempre nos quedan preguntas sin hacer y respuestas sin conocer. Eso crea un espacio en nuestra mente en el que se forma un remolino de pensamientos, mezcla entre lo que nos hubiera gustado saber, lo que suponemos y la alternativa posible verdad.
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