"Esta historia me llegó de un lugar muy lejano y fue directa a mi corazón. tras leer estas páginas, me sentí mejor persona". Ursula K. Le Guin.
Esta reflexión aparece en la portada del libro titulado Las dos ancianas, de Velma Wallis, y fue la que me hizo pensar que merecería la pena darle una segunda oportunidad y salvarlo de perderse entre otros muchos volúmenes en esa tienda de segunda mano.
Ciertamente, sí que se la merece.
Aquí y ahora, en nuestro país con un relativo buen clima, disfrutando de ciertas comodidades, no pensamos en las penalidades que debieron de sufrir nuestros antepasados no ya hace siglos, sino, tal vez, hace tan solo 100 años, cuando nacieron nuestros bisabuelos.
Quizá no haga falta irse tan lejos. Quizá tú has vivido también, no lo que padecieron las dos ancianas, pero sí alguna que otra penuria. Me pongo como ejemplo en mi infancia y adolescencia: en mi casa "moderna", con sus habitaciones y su cuarto de baño con bañera, no había calentador de agua y teníamos que calentarla en una gran pota y mezclarla con agua fría en un caldero para bañarnos y lavarnos el pelo. Claro que esto no es nada comparado con lo que ellas vivieron; solo quiero que pienses en que algunos de nosotros también tuvimos que luchar por mejorar nuestras condiciones de vida.
El instinto de supervivencia de las dos ancianas las hizo mejores personas y ellas mismas lo reconocen. Hasta que fueron abandonadas por su pueblo nómada, no hacían más que quejarse por todo; pero cuando se vieron solas, en medio de la nieve, sin hombres jóvenes que las protegieran, solo tenían dos opciones: trabajar para seguir vivas o dejarse morir allí mismo. Optaron por lo primero y sus vivencias servirían para que las futuras generaciones de su Pueblo crecieran emocional y estructuralmente.
Las dos ancianas es una de esas historias que se cuenta generación tras generación y que Velma quiso plasmar en papel, en libro, para que no se perdiera.
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