Es de memorias porque la narradora le cuenta a su nieta retazos de la historia familiar, de sus antepasados, especialmente de sus propias vivencias y las de su hija.
Es diario porque comienza cada día que escribe con algo que ha hecho unas horas antes de sentarse a ello.
Es una historia triste, ya se sabe que son las que más venden, que a los humanos nos alivia ver que otros (personajes ficticios o reales) también pasan por situaciones parecidas a las nuestras; que con o sin dinero, también tienen debilidades, secretos, remordimientos y todas esas cosas.
Hay, por supuesto, momentos alegres; esos que, como una estrella en la noche, brillan entre tanta tristeza, soledad y ausencia.
No vamos a ver una reconciliación entre abuela y nieta, pero la intuimos. Tal vez ya no esté en la casa, pero eso no es lo más importante porque ella misma dice que aceptará una reconciliación póstuma.
Me ha gustado. Entre tanta pena y melancolía, hay mucho amor; igual mal expresado, puede que no bien administrado, pero amor al fin y al cabo.
He disfrutado de una lectura tranquila, porque tranquilo fue el estilo narrativo. Se aceleró un poco al final; aunque, si te animas a buscarla en una biblioteca, te darás cuenta de que, hasta cierto punto, es lógico. En esas últimas páginas se desvela el secreto mejor guardado y las emociones son muy fuertes.
¡Ya me gustaría a mí haber tenido una abuela así! Las mías no me soportaban y siempre he tenido la sensación de que no me querían. Podría parecer lógico cuando se tienen más de 30 nietos. En fin, ya no están, no he podido preguntarles si mi intuición era cierta y nunca lo sabré con certeza.
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