Es cierto que hay cosas que no se pueden destruir, emociones que es difícil evitar, fechas imposibles de olvidar.
¿Qué opciones tenemos, pues, cuando no hay otro remedio que vivir con ello? Básicamente, la aceptación. No hablo de resignarse, sino de encajar que seguirán con nosotros hasta que nosotros dejemos de ser algo.
El narrador, un adolescente sobrino de la pareja protagonista de La gran nevada, nos hace una introducción de cómo eran su tío y la mujer que luego sería su esposa. Nos cuenta qué les llevó a vivir en el campo y a disfrutar de una vida sin lujos, construyendo ellos mismos la casa en la que vivirían alejados de los peligros de la ciudad. De sus recuerdos cuando los visitaba por Navidad y, especialmente, la última que pasó con ellos. Y del incidente que cambió sus vidas para siempre, justo el 24 de diciembre.
La gran nevada podría haber caído cualquier otro día del año. La pregunta es: ¿Habría cambiado algo si el lugar del 24 de diciembre hubiera nevado en febrero o abril? En la historia de Rodo y Asun, esa fecha fue importante: encontrar el adorno de Navidad en el sauce es el motivo de un cambio de opinión que llegó demasiado tarde.
La gran nevada es un relato sencillo, sobre unas personas sencillas, que viven de forma sencilla.
A veces, no se necesitan 200 páginas para contar una gran historia y tantos temas sobre los que recapacitar.
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